Afirmó el papa Francisco en la Audiencia General de este miércoles 31 de enero.

Continuando con su ciclo de catequesis sobre los vicios y las virtudes, explicó que “la ira es un vicio particularmente tenebroso, y es quizás el más simple de individualizar desde un punto de vista físico. La persona dominada por la ira difícilmente logra disimular este ímpetu: lo reconoces por los movimientos del cuerpo, por la agresividad, por la respiración agitada, por la mirada torva y ceñuda”. 

A menudo, advirtió, la ira no se dirige sólo contra quien creemos que nos ha hecho mal, sino también contra la primera persona que resulta estar a nuestro alcance. Ampliando esta realidad compartió un ejemplo:

“Hay hombres que contienen su ira en el lugar de trabajo, demostrándose tranquilos y compasivos, pero que una vez llegados a la casa se vuelven insoportables para la esposa y los hijos. La ira es un vicio desenfrenado: es capaz de quitar el sueño y de hacernos continuamente maquinar en nuestra mente, sin lograr encontrar una barrera para razonamientos y pensamientos”.

 

En su manifestación más aguda, continuó, “la ira es un vicio que no deja tregua. Si nace de una injusticia padecida (o considerada como tal), a menudo no se desata contra el culpable, sino contra el primer desafortunado”.

 

Por tanto, “es un vicio destructivo de las relaciones humanas. Expresa la incapacidad de aceptar la diversidad del otro, especialmente cuando sus decisiones de vida difieren de las nuestras. No se detiene a los malos comportamientos de una persona, sino que lo arroja todo a la caldera: es el otro, el otro tal como es, el otro como tal el que provoca la ira y el resentimiento. Se empieza a detestar el tono de su voz, sus banales gestos cotidianos, sus formas de razonar y de sentir”. 

Llegar pronto a la reconciliación

Este es “un vicio que quita lucidez y que a menudo no se calma con el paso del tiempo. Por eso es importante, sostuvo el Papa, tratar de afrontar enseguida el problema y llegar a la reconciliación:

“Si durante el día puede surgir algún malentendido, y dos personas dejan de entenderse, percibiéndose de pronto alejadas, no hay que entregar la noche al diablo. El vicio nos mantendría despiertos en la oscuridad, rumiando nuestras razones y errores inexplicables que nunca son nuestros y siempre del otro. Es así: cuando una persona está dominada por la ira, siempre dice que el problema es del otro. Nunca es capaz de reconocer sus propias faltas, sus propios defectos”.

Ejercitarse en el arte del perdón

Jesús en el "Padrenuestro" nos hace orar para nuestras relaciones humanas: en la vida tenemos que tratar con los deudores incumplidores frente a nosotros; como ciertamente nosotros – observó Francisco - “no siempre hemos amado a todos en justa medida”:

Todos somos pecadores, todos, y todos tenemos las cuentas en números rojos: no lo olviden. Y, por tanto, todo tenemos que aprender a perdonar para ser perdonados. Los hombres no permanecen juntos si no se practican también en el arte del perdón, siempre que esto sea humanamente posible”. 

 

“Lo que contrarresta la ira es la benevolencia, la amplitud de corazón, la mansedumbre, la paciencia”.

 

La "santa indignación"

Si la ira es un vicio terrible porque está "en el origen de las guerras y la violencia", subrayó a el Pontífice, no siempre somos responsables de que surja en nosotros, somos, sin embargo, responsables de su desarrollo. Además, prosiguió, es un sentimiento que no siempre hay que negar, pues existe una "santa indignación, que no es 'ira', sino un movimiento interior:

 

“Y a veces es bueno que la ira se desahogue de la manera adecuada. Si una persona no se enfada nunca, si no se indigna ante la injusticia, si no siente algo que le estremece las entrañas ante la opresión de un débil, entonces significaría que no es humana, y mucho menos cristiana”.

 

Francisco señala a Jesús, a quien el Evangelio describe a veces como indignado, pero que "nunca respondió al mal con el mal". "Nos corresponde a nosotros, con la ayuda del Espíritu Santo - concluyó - encontrar la justa medida de las pasiones", nos corresponde "educarlas bien para que se vuelvan al bien y no al mal".

Fuente:
Vatican News / ACI Prensa